EL VIAJE DEL HÉROE
EL VIAJE DEL HÉROE
a) El Inocente
Vive en el Edén, donde la vida es dulce y
todas sus necesidades son satisfechas en un clima de cuidado y amor. Uno cae de
este Paraíso Perdido y se encuentra Huérfano, sin ilusiones de ese mundo
idílico que nos prometieron. Es la primera caída, cuando aprendemos que el
mundo no siempre o quizá nunca fue lo que nos enseñaron que debía ser.
b) El Huérfano
Es un idealista desilusionado y cuanto más altos son sus ideales respecto al mundo, tanto peor parece ser la realidad. Sentirse Huérfano –luego de la gran caída del Inocente- es un estado dificultoso en extremo. El mundo parece peligroso. Hay obstáculos. La visión del universo da miedo y la desilusión da lugar al abandono y la soledad. No existe nada ni nadie que pueda hacer algo al respecto. Los Huérfanos casi siempre desconfían de sí y del mundo hostil.
El Huérfano se desespera, pero su clave debería ser la esperanza. Quiere que los maestros, médicos, padres tengan todas las respuestas. Creen en resultados mágicos, que deben su vida a su Salvador, quien quiera que sea, y lo más difícil es ayudarlos a que se ayuden a sí mismos, sin quedar atrapados. Cuando el huérfano encuentra a alguien dispuesto a amarlo y ayudarlo piensa que es único y está dispuesto a morir antes de abandonarlo. Aunque la relación se torne muy destructiva, si no lo abandonan, él quedará pegado.
Tanto el Inocente como el Huérfano son arquetipos pre-heroicos. Los segundos necesitan ayuda para cruzar el umbral y embarcarse en su propio viaje heroico. A veces creen tener la culpa de sus sufrimientos; a veces piden lo que desean mediante lamentos y quejas. Si pueden extraer la culpa, podrán hacerse cargo de su propia vida y no sentirse desolados. No deben esperar que alguien dé la orden de partida hacia el camino heroico y lo rescate. Los instrumentos de socorrerlos son el amor, el afecto, la dedicación y una oportunidad para que cuenten su historia, sacando la culpa y el temor y ofreciéndole aliento con el fin de que se hagan cargo de sus propias vidas.
Ciertos Huérfanos aprendieron a utilizar su dolor y a manipularlo para conseguir que los demás sientan pena por ellos y hacerlos sentir culpables.
Tanto el Inocente como el Huérfano deben emprender su travesía y embarcarse en una vida responsable, individual o colectiva. El dolor y la pérdida que acarrea esta conducta son parte de la vida misma; es parte del proceso continuo de la transformación personal, mediante la cual dejamos aquello que ya no nos sirve, -aunque lo amemos- para movernos hacia lo desconocido tan temido. Esto se hará por pautas; si tuviéramos que crecer de golpe, nuestro dolor y sufrimiento sería demasiado intenso. Vamos dejando pautas atrás, poco a poco, para no tener que enfrentarnos con todos nuestros problemas al mismo tiempo. Nuestra atención nos envía señales de que ya es hora de seguir adelante, de aprender nuevas formas de conducta, de intentar nuevos desafíos.
El sufrimiento es un caro don, porque marca la travesía del Huérfano; podemos perder la sensación de impotencia y adquirir un excesivo poder. El dolor es el gran nivelador que nos recuerda que nadie está a salvo de las dificultades. Nos enfrenta con nuestros peores temores y nos libera de la parálisis del huérfano, al buscar el modo de seguir seguro y a salvo. El que más sufre puede llegar a una libertad casi trascendental, enfrentándose con lo peor vivido. Le hace frente a la vida y a sus dificultades. Cristo nos enseño que la muerte de Cruz puede finalizar en una Resurrección.
El modo de enfrentar la muerte está relacionado al modo que respondemos a todas las pequeñas muertes: pérdida de amigos, amores frustrados, desilusiones laborales, emotivas, familiares. A veces se necesita llegar a los Infiernos para aprender la lección:
-El arquetipo del Inocente es el Don Quijote.
-El arquetipo del Huérfano es alguien que comenzó el camino heroico y no se anima a avanzar. Se queda paralizado sin descender a lo más profundo para luego ascender.
Se necesita dejar de ser huérfano para convertirse en:
c) EL VAGABUNDO
Piensan que la vida es una aventura. El vagabundo es un excéntrico, un revolucionario en extremo que prefiere transitar solitario, porque desconfía de las respuestas ajenas e investiga las propias verdades. Su identidad es estar en los márgenes de los cánones impuestos, experimentar dudas que lo conduzcan a un estado de fe más maduro.
También puede estar atemorizado del camino heroico que lo espera. Tal vez se siente culpable, como el inocente y el huérfano. Emprende su viaje como un efecto de onda impulsado y permitiendo que aquellos que ama logren embarcarse en su propia travesía.
Si se van, si se alejan, puede experimentar soledad por un tiempo, pero tarde o temprano desarrollará una relación mejor que lo satisfaga. Al dar un paso afuera ve el universo y se ve a sí mismo Siempre teme que el castigo sea el aislamiento o la pobreza. A pesar de ese temor y de los terrores infantiles de no poder sobrevivir, si dejamos de complacer a los padres, etc abandona el mundo conocido por lo desconocido. Cuando emprende el viaje, siente solo. Es importante que la madre se aparte para que experimente a fondo la soledad que necesita para su propio crecimiento. Es el comienzo doloroso de la travesía personal. A veces es producida con llantos a fin de morir y renacer heroicamente.
Debe emprender el viaje y descubrir quién es; la tensión entre el deseo de crecer, de adquirir maestría, de extender los límites de la propia capacidad versus el deseo que tenemos de complacer y de ser aceptados es la quinta esencia de su dilema heroico, pues marcha hacia su transformación individual. Para hallarse deberá abandonar a la gente que más ama, dejar de renunciar y ceder para complacerlos, no encerrándose a la resistencia del crecimiento.
Finalmente llegará el día en que la soledad y esa sensación de vacío existencial en el plexo solar sean aceptado como parte del estado natural de las cosas.
b) El Huérfano
Es un idealista desilusionado y cuanto más altos son sus ideales respecto al mundo, tanto peor parece ser la realidad. Sentirse Huérfano –luego de la gran caída del Inocente- es un estado dificultoso en extremo. El mundo parece peligroso. Hay obstáculos. La visión del universo da miedo y la desilusión da lugar al abandono y la soledad. No existe nada ni nadie que pueda hacer algo al respecto. Los Huérfanos casi siempre desconfían de sí y del mundo hostil.
El Huérfano se desespera, pero su clave debería ser la esperanza. Quiere que los maestros, médicos, padres tengan todas las respuestas. Creen en resultados mágicos, que deben su vida a su Salvador, quien quiera que sea, y lo más difícil es ayudarlos a que se ayuden a sí mismos, sin quedar atrapados. Cuando el huérfano encuentra a alguien dispuesto a amarlo y ayudarlo piensa que es único y está dispuesto a morir antes de abandonarlo. Aunque la relación se torne muy destructiva, si no lo abandonan, él quedará pegado.
Tanto el Inocente como el Huérfano son arquetipos pre-heroicos. Los segundos necesitan ayuda para cruzar el umbral y embarcarse en su propio viaje heroico. A veces creen tener la culpa de sus sufrimientos; a veces piden lo que desean mediante lamentos y quejas. Si pueden extraer la culpa, podrán hacerse cargo de su propia vida y no sentirse desolados. No deben esperar que alguien dé la orden de partida hacia el camino heroico y lo rescate. Los instrumentos de socorrerlos son el amor, el afecto, la dedicación y una oportunidad para que cuenten su historia, sacando la culpa y el temor y ofreciéndole aliento con el fin de que se hagan cargo de sus propias vidas.
Ciertos Huérfanos aprendieron a utilizar su dolor y a manipularlo para conseguir que los demás sientan pena por ellos y hacerlos sentir culpables.
Tanto el Inocente como el Huérfano deben emprender su travesía y embarcarse en una vida responsable, individual o colectiva. El dolor y la pérdida que acarrea esta conducta son parte de la vida misma; es parte del proceso continuo de la transformación personal, mediante la cual dejamos aquello que ya no nos sirve, -aunque lo amemos- para movernos hacia lo desconocido tan temido. Esto se hará por pautas; si tuviéramos que crecer de golpe, nuestro dolor y sufrimiento sería demasiado intenso. Vamos dejando pautas atrás, poco a poco, para no tener que enfrentarnos con todos nuestros problemas al mismo tiempo. Nuestra atención nos envía señales de que ya es hora de seguir adelante, de aprender nuevas formas de conducta, de intentar nuevos desafíos.
El sufrimiento es un caro don, porque marca la travesía del Huérfano; podemos perder la sensación de impotencia y adquirir un excesivo poder. El dolor es el gran nivelador que nos recuerda que nadie está a salvo de las dificultades. Nos enfrenta con nuestros peores temores y nos libera de la parálisis del huérfano, al buscar el modo de seguir seguro y a salvo. El que más sufre puede llegar a una libertad casi trascendental, enfrentándose con lo peor vivido. Le hace frente a la vida y a sus dificultades. Cristo nos enseño que la muerte de Cruz puede finalizar en una Resurrección.
El modo de enfrentar la muerte está relacionado al modo que respondemos a todas las pequeñas muertes: pérdida de amigos, amores frustrados, desilusiones laborales, emotivas, familiares. A veces se necesita llegar a los Infiernos para aprender la lección:
-El arquetipo del Inocente es el Don Quijote.
-El arquetipo del Huérfano es alguien que comenzó el camino heroico y no se anima a avanzar. Se queda paralizado sin descender a lo más profundo para luego ascender.
Se necesita dejar de ser huérfano para convertirse en:
c) EL VAGABUNDO
Piensan que la vida es una aventura. El vagabundo es un excéntrico, un revolucionario en extremo que prefiere transitar solitario, porque desconfía de las respuestas ajenas e investiga las propias verdades. Su identidad es estar en los márgenes de los cánones impuestos, experimentar dudas que lo conduzcan a un estado de fe más maduro.
También puede estar atemorizado del camino heroico que lo espera. Tal vez se siente culpable, como el inocente y el huérfano. Emprende su viaje como un efecto de onda impulsado y permitiendo que aquellos que ama logren embarcarse en su propia travesía.
Si se van, si se alejan, puede experimentar soledad por un tiempo, pero tarde o temprano desarrollará una relación mejor que lo satisfaga. Al dar un paso afuera ve el universo y se ve a sí mismo Siempre teme que el castigo sea el aislamiento o la pobreza. A pesar de ese temor y de los terrores infantiles de no poder sobrevivir, si dejamos de complacer a los padres, etc abandona el mundo conocido por lo desconocido. Cuando emprende el viaje, siente solo. Es importante que la madre se aparte para que experimente a fondo la soledad que necesita para su propio crecimiento. Es el comienzo doloroso de la travesía personal. A veces es producida con llantos a fin de morir y renacer heroicamente.
Debe emprender el viaje y descubrir quién es; la tensión entre el deseo de crecer, de adquirir maestría, de extender los límites de la propia capacidad versus el deseo que tenemos de complacer y de ser aceptados es la quinta esencia de su dilema heroico, pues marcha hacia su transformación individual. Para hallarse deberá abandonar a la gente que más ama, dejar de renunciar y ceder para complacerlos, no encerrándose a la resistencia del crecimiento.
Finalmente llegará el día en que la soledad y esa sensación de vacío existencial en el plexo solar sean aceptado como parte del estado natural de las cosas.
Todos estamos solos, todos y cada uno de
nosotros. Entonces nace la sensación de júbilo que uno experimenta en su propia
y única compañía, en la que el aislamiento es algo diferente a la soledad.
Cuanto más auténticos somos, menos solitarios nos sentimos. Jamás estaremos
verdaderamente solos, si contamos con nosotros y con nuestro propio sistema de valores no
impuesto.
Se desplaza de la dependencia a la independencia. En la independencia descubre que extraña la relación humana. Al desarrollar un sentido propio para no temer ser absorbido por el otro, para su enorme sorpresa descubre que existen personas y comunidades que lo amaran por lo que es.
Se desplaza de la dependencia a la independencia. En la independencia descubre que extraña la relación humana. Al desarrollar un sentido propio para no temer ser absorbido por el otro, para su enorme sorpresa descubre que existen personas y comunidades que lo amaran por lo que es.
En cuanto solucione el enfrentamiento entre
amor y autonomía, eligiéndose a sí mismo, sin negar la necesidad de una
relación con los demás pero no de subordinación, el conflicto indisoluble se resuelve. El premio para ser auténtico con uno mismo es el amor y el respeto de la comunidad.
Para la mayoría, disfrutar por completo de esta recompensa es imposible hasta que obtenemos la habilidad
de
d) El
guerrero
El vagabundo
identifica al dragón y huye. El Guerrero se queda y combate. Es lo que
nuestra cultura occidental denomina heroísmo.
El mito heroico es el Héroe que debe matar al villano (o dragón) y la víctima (o doncella), que debe ser rescatada. El bien triunfa sobre el mal y la historia confirma que cuando las personas tienen el coraje de luchar por sí mismas pueden cambiar su mundo. Antes de ser guerrero debe ser Vagabundo; si no uno será un pseudo- héroe.
El Guerrero debe someterse a las enseñanzas del mártir, porque si no quedará frenado en un nivel rudimentario de combatividad, en un mundo dividido entre ellos y nosotros. Pero aquellos que comienzan a guerrear, antes de ocuparse de sus identidades, no pueden llegar a ser verdaderos Guerreros, porque están luchando para probar su superioridad, un mecanismo para desarrollar su auto confianza que no sustituye el saber de quién uno es en realidad.
El Guerrero comparte con el Mártir el deber de sufrir por sus transgresiones. Los falsos guerreros son Huérfanos disfrazados, encubriendo su miedo con bravatas.
El Huérfano lidia con la impotencia. El Mártir lucha con el dolor. El Vagabundo, se enfrenta a la soledad y el Guerrero se enfrenta al miedo. El Huérfano se percibe como víctima y el Vagabundo, como marginal.
El don recibido para evolucionar, cuando enfrentamos nuestros más terribles dragones –sea terminando con ellos, haciéndoles frente o entablando un diálogo- es el coraje y en consecuencia la liberación de la esclavitud de nuestros temores.
El Guerrero finalmente aprende a hacerse amigos de sus temores. En lugar de sentirse paralizado por ellos o lanzarse a la carga o quedar preso en forma paranoica de cómo abordar los problemas y el temor a reprimir sus miedos, llega a comprender que éste es siempre una invitación al crecimiento. La muerte y el sacrificio son requisitos previos al renacimiento. Es la ley fundamental del mundo espiritual.
Mientras el Huérfano busca refugio en el sufrimiento, el Mártir lo abraza creyendo que atrae la redención. Sin embargo muchas veces el martirio se utiliza como camuflaje de la cobardía. Los Mártires pueden ocultarse tras esa máscara, como una forma de evitar emprender sus viajes y descubrir quiénes son. En el proceso de individualización en las mujeres, el martirio le permite eludir la cuestión del crecimiento personal. Renuncia de este modo a la audacia de ser heroína en la travesía por emprender, refugiándose en la aparente virtud del sacrificio en sí.
El sacrificio no es siempre un mecanismo para manipular a Dios o a los demás como forma de eludir los desafíos, el riesgo o el dolor; también puede ser expresión de amor genuino. En un nivel superior, el Mártir no regatea para salvarse; cree que su sacrificio salvará a otros. Cristo es el ejemplo más perfecto.
Cuando la energía no circula en ambas direcciones algo funciona mal. Si el dar y el recibir se dan sin interrupciones, el proceso enriquece la energía intercambiada. Entonces, el proceso de desprenderse de lo que uno ya no necesita y de dar a los otros lo que ellos necesitan se fusionan mágicamente y sin dolor. Porque la habilidad de estar intensamente relacionado en profundidad con nosotros mismos es estar conectado con uno mismo y esto no depende de un ser o un lugar ni de nada exterior a uno mismo.
La magia se basa en coincidencias significativas y no causales. Así como el Guerrero aprende la lección de la casualidad, el Mago aprende la lección de la casualidad.
El universo nos provee de lo necesario y a menudo de lo deseado; recibimos pequeños dones todo el tiempo, pero los recibimos de modo diferente. Y así como el Mártir aprende a dar lugar al dolor, el Vagabundo se lo da a la soledad y el Guerrero al temor, el Mago debe aprender a dar lugar a la fe, al amor y a la alegría, sin caer en la negación ni en el escapismo.
El amor sabio transforma: el odio, el miedo y la ira frenan el amor. Negar nuestra ira tiene como único resultado el sabotaje inconsciente de una relación. Dar lugar a la ira permite una relación más abierta y honesta.
El Mago
El mito heroico es el Héroe que debe matar al villano (o dragón) y la víctima (o doncella), que debe ser rescatada. El bien triunfa sobre el mal y la historia confirma que cuando las personas tienen el coraje de luchar por sí mismas pueden cambiar su mundo. Antes de ser guerrero debe ser Vagabundo; si no uno será un pseudo- héroe.
El Guerrero debe someterse a las enseñanzas del mártir, porque si no quedará frenado en un nivel rudimentario de combatividad, en un mundo dividido entre ellos y nosotros. Pero aquellos que comienzan a guerrear, antes de ocuparse de sus identidades, no pueden llegar a ser verdaderos Guerreros, porque están luchando para probar su superioridad, un mecanismo para desarrollar su auto confianza que no sustituye el saber de quién uno es en realidad.
El Guerrero comparte con el Mártir el deber de sufrir por sus transgresiones. Los falsos guerreros son Huérfanos disfrazados, encubriendo su miedo con bravatas.
El Huérfano lidia con la impotencia. El Mártir lucha con el dolor. El Vagabundo, se enfrenta a la soledad y el Guerrero se enfrenta al miedo. El Huérfano se percibe como víctima y el Vagabundo, como marginal.
El don recibido para evolucionar, cuando enfrentamos nuestros más terribles dragones –sea terminando con ellos, haciéndoles frente o entablando un diálogo- es el coraje y en consecuencia la liberación de la esclavitud de nuestros temores.
El Guerrero finalmente aprende a hacerse amigos de sus temores. En lugar de sentirse paralizado por ellos o lanzarse a la carga o quedar preso en forma paranoica de cómo abordar los problemas y el temor a reprimir sus miedos, llega a comprender que éste es siempre una invitación al crecimiento. La muerte y el sacrificio son requisitos previos al renacimiento. Es la ley fundamental del mundo espiritual.
Mientras el Huérfano busca refugio en el sufrimiento, el Mártir lo abraza creyendo que atrae la redención. Sin embargo muchas veces el martirio se utiliza como camuflaje de la cobardía. Los Mártires pueden ocultarse tras esa máscara, como una forma de evitar emprender sus viajes y descubrir quiénes son. En el proceso de individualización en las mujeres, el martirio le permite eludir la cuestión del crecimiento personal. Renuncia de este modo a la audacia de ser heroína en la travesía por emprender, refugiándose en la aparente virtud del sacrificio en sí.
El sacrificio no es siempre un mecanismo para manipular a Dios o a los demás como forma de eludir los desafíos, el riesgo o el dolor; también puede ser expresión de amor genuino. En un nivel superior, el Mártir no regatea para salvarse; cree que su sacrificio salvará a otros. Cristo es el ejemplo más perfecto.
Cuando la energía no circula en ambas direcciones algo funciona mal. Si el dar y el recibir se dan sin interrupciones, el proceso enriquece la energía intercambiada. Entonces, el proceso de desprenderse de lo que uno ya no necesita y de dar a los otros lo que ellos necesitan se fusionan mágicamente y sin dolor. Porque la habilidad de estar intensamente relacionado en profundidad con nosotros mismos es estar conectado con uno mismo y esto no depende de un ser o un lugar ni de nada exterior a uno mismo.
La magia se basa en coincidencias significativas y no causales. Así como el Guerrero aprende la lección de la casualidad, el Mago aprende la lección de la casualidad.
El universo nos provee de lo necesario y a menudo de lo deseado; recibimos pequeños dones todo el tiempo, pero los recibimos de modo diferente. Y así como el Mártir aprende a dar lugar al dolor, el Vagabundo se lo da a la soledad y el Guerrero al temor, el Mago debe aprender a dar lugar a la fe, al amor y a la alegría, sin caer en la negación ni en el escapismo.
El amor sabio transforma: el odio, el miedo y la ira frenan el amor. Negar nuestra ira tiene como único resultado el sabotaje inconsciente de una relación. Dar lugar a la ira permite una relación más abierta y honesta.
El Mago
No es
ni sentimental ni romántico; es un andrógino que los integra a ambos. Sin
embargo, el poder del Mago no se debe usar hasta no aprender las lecciones del
Mártir, del Vagabundo y del Guerrero.
La tarea del Héroe siempre ha sido inyectar energía en la tarea de vivir. A medida que nos tornamos más y más nosotros mismos consecuentemente nos vinculamos con seres por los que sentimos conexiones profundas; tenemos una intimidad mayor y más satisfactoria con los demás.
La recompensa del retorno del viaje heroico, inevitablemente solitario por su no aceptación en la comunidad no nos exime de las dolencias, traiciones, fracasos, desencantos, porque forman parte de la condición humana. De igual modo debemos emprender la travesía solitaria del regreso, con el fin de poder vivir en armonía con uno mismo y con los otros y sentirnos envueltos en el flujo de energía positiva.
Proviene de nuestro propio interior alcanzar la meta heroica. Renunciar es resignarse a ser menos de lo que uno podría llegar a ser.
Bibliografía: Pearson, Carol S. El viaje del héroe. Edición. Española.
La tarea del Héroe siempre ha sido inyectar energía en la tarea de vivir. A medida que nos tornamos más y más nosotros mismos consecuentemente nos vinculamos con seres por los que sentimos conexiones profundas; tenemos una intimidad mayor y más satisfactoria con los demás.
La recompensa del retorno del viaje heroico, inevitablemente solitario por su no aceptación en la comunidad no nos exime de las dolencias, traiciones, fracasos, desencantos, porque forman parte de la condición humana. De igual modo debemos emprender la travesía solitaria del regreso, con el fin de poder vivir en armonía con uno mismo y con los otros y sentirnos envueltos en el flujo de energía positiva.
Proviene de nuestro propio interior alcanzar la meta heroica. Renunciar es resignarse a ser menos de lo que uno podría llegar a ser.
Bibliografía: Pearson, Carol S. El viaje del héroe. Edición. Española.