GRECIA Y BORGES
El fin del pensamiento presocrático fue la búsqueda de lo estable en un mundo
cambiante. Tal equilibrio se debía encontrar en la primera sustancia
Para Tales de Milete esa sustancia fue el agua; para Anaximandro, el “apeiron“,
infinito cuyo incesante movimiento delimita las cualidades básicas de la
materia; para Anaxímedes, el aire, como sustancia que podía condensarse en
líquidos o sólidos o enrarecerse en el fuego; para Pitágoras, una sustancia
abstracta representada por el número; para Empédocles, lo formaban los cuatro
elementos juntos: aire, tierra, agua y fuego, de cuyas múltiples combinaciones
nacerían las cosas. Anaxágoras nos habla del “nous”, elemento ordenador y
gobernador del caos; Parménides centra toda su atención en el carácter
inmutable del Ser, negando el movimiento que defiende con obstinación
Heráclito, quien afirma la perpetua mutabilidad de las cosas y un incesante
movimiento en el cual la vida surge por transformación de lo que muere;
mantenía este último que el fuego era esa sustancia primordial.
Heráclito juega con el tiempo y el movimiento, con la esencia y la existencia
de las cosas: ¿Cuál sería la posición del hombre que participa del ser, del
existir, del tiempo y del movimiento y a la vez puede concebirlos y explicarlos
frente a la maraña difícil del conocimiento del cosmos?
Cada uno de estos filósofos presocráticos se sintió responsable y a la vez
depositario de una palabra de origen divino, que debía transmitir a los otros
seres humanos. Esta actitud -frente al hecho que ha de considerarse- se ve
sustentada por la creación de un sistema coherente del pensamiento.
Problemática actitud fueron los parámetros de la presente indagación en la obra
de Borges, agrupándolos según los parámetros y la paternidad de sus
inspiradores. De estas lecturas y reflexiones surge una actitud filosófica
pura, con las necesarias y equilibradas dosis de ciencia y poesía.
W. Jaeger considera que la filosofía griega es una especie de teología natural,
fundada sobre un meticuloso conocimiento racional de la naturaleza de las cosas
y piensa que las especulaciones anteriores y posteriores a Sócrates giran
alrededor del tema de la divinidad, que serían más adelante los potenciales
teólogos cristianos.
Me ocuparé en esta primera parte del ensayo de Sócrates, Platón y Aristóteles.
A) SÓCRATES:
Borges, en todo su corpus, no menciona al filósofo en frecuentes ocasiones; sin
embargo, su muerte lo tocó, ya que es el individuo en ese instante quien le
interesa, asociado de algún modo a la injusta muerte de Cristo o de Buda,
muertes sin las cuales no se concibe la historia de la humanidad.
La impronta que la filosofía griega deja sobre la obra borgiana posee
diferentes matices y niveles. Podríamos dividirlo en dos aspectos: a) el manejo
de las figuras frontales como Sócrates, Platón y Aristóteles, que cubre los
aspectos eruditos de toda su actividad literaria y b) cuando el poeta se
transforma él mismo en filósofo y crea su propio cosmos, desde esa misma
mutación que corresponden a las fuentes presocráticas, manifestando un interés
profundo frente a los eternos problemas filosóficos: el Ser, el Tiempo, la
Cantidad y el Infinito.
B) PLATÓN:
Borges prefiere intimar mejor con Platón y con Aristóteles, porque nos legó
mejores resultados literarios sobre el célebre tema de las ideas, los
Arquetipos (o formas), piedra angular de la Teoría del Conocimiento.
Platón sostenía que el mundo de las Ideas estaba completamente desvinculado del
mundo sensible; al primero podemos acceder por medio del puro intelecto. Son
formas que existen “ en sí y de por sí,” independientes de la mente o de las
cosas, contenidas en una realidad suprema, denominada el Bien; es una forma de
las formas, únicos objetos del conocimiento verdadero, inmutables realidades
que la mente humana logra percibir en la vida real como imágenes o sombras de
la idea pura y perfecta; prisioneros del cuerpo, no alcanzaremos la idea pura
hasta después de la muerte, cuando el alma, liberada de su prisión física,
levante vuelo y llegue al conocimiento perfecto.
La alusión de la muerte enriquece el texto como medio para la definitiva
contemplación de las formas. Otra vez encontramos los arquetipos cuando dice:
“La esfera de Pascal: “La esfera es la figura más perfecta y más uniforme,
porque todos los puntos de la superficie equidistan del centro.”
2) Existe toda una elaboración a partir de la idea del Arquetipo. En tres de
sus poemas Borges nos habla de la figura de un animal salvaje, presentada en su
dimensión actual o en su forma arquetípica. En estos tres casos, el hombre
modifica la dimensión de la fiera con el encierro o la muerte.
Tenemos dos menciones aún más complejas en dos poemas: “Beppo”, el gato
borgiano, al cual lo presenta en tres situaciones, como una relación de
conocimiento sujeto-objeto:
-Un gato frente a un espejo (sin saber que es su imagen).
-El poeta, frente a Beppo y su imagen en el espejo; dice que ambos son
manifestaciones de un arquetipo eterno (gato-imagen, idea arquetípica).El
hombre frente a sí mismo.
El mismo tópico, en otro poema del mismo libro citado,
donde nos habla de “las dos catedrales”. La catedral de piedra y el poema que
la representa, como manifestaciones de la Idea Arquetípica, sólo perceptible
para quien ha muerto.
La doctrina de Platón, que tanto ha inspirado al cuerpo borgiano, es también
fuente de aguda crítica ingeniosa.
En HISTORIA DE LA ETERNIDAD, vemos lo siguiente: “(…) Del
concepto de eterna Humanidad no espero lo mismo; sé que nuestro yo lo rechaza,
ya que prefiere derramarlo sin miedo sobre el yo de los otros. Mal signo;
formas universales mucho más arduas nos propone Platón. Por ejemplo, la mesa
inteligible que está en los cielos; arquetipo cuadrúpedo que persiguen condenados
a ensueño y a frustración de todos los ebanistas del mundo: sin una mesa ideal
no hubiésemos llegado a mesas concretas. (…)
“(…) De la patología y agricultura no hay arquetipos, porque no se precisan.
Quedan excluidos igualmente la hacienda, la estrategia, la retórica y el arte
de gobernar -aunque con el tiempo, algo deriven de la Belleza y del Número. No
hay individuos, no hay una forma primordial de Sócrates ni siquiera del hombre
alto o de emperador; hay, generalmente, el hombre. En cambio, todas las figuras
geométricas están ahí. De los colores, sólo están los primarios. (…). En orden
ascendente, sus más antiguos arquetipos son estos: la diferencia, la igualdad,
la moción, la quietud y el Ser.” ( …)
Un caso particular de idea arquetípica en relación al objeto con su nombre lo
encontramos en un tema que Platón desarrolla en El Cratilo, donde expone
dos opiniones opuestas: la de Cratilo, que sostiene que los nombres son algo
convencional. Sócrates afirmaba que, como las cosas tienen una realidad
permanente, no depende de los hombres la tarea de fijar nombres; los nombres no
son siempre los justos, ya que el uso, la convención o los elementos
arbitrarios intervienen. La misión del poeta sería restituir a la palabra,
siquiera de un modo parcial, su primitiva y ahora oculta virtud. Dos deberes
tendría todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos físicamente, como la
cercanía del mar.
El problema del conocimiento de Platón lo vemos en Blacke, donde alude
al difícil dilema de la relación idea-objeto, que la inserta en el esquema del
mito de la caverna.
El objeto es una rosa y Borges se pregunta en qué aspecto cualitativo de la
flor está ella misma.
Puede ser esa rosa la imagen de una idea de la cual no tenemos ni remotamente
una noción clara.
Como las sombras, en el fondo de la caverna, pueden figurar objetos, que nada
tienen en común, con los que transitan por la pared que la fogata ilumina.
La curiosa y difícil relación idea-objeto puede repetirse en el esquema
idea-escritura. Dice Platón en El Timeo: “Es una tarea ardua descubrir
al padre y hacedor de este universo y, una vez descubierto, resulta imposible
comunicarlo a todos los hombres.”
Con respecto a la escritura, dice en Fedro: “Las páginas escritas son
como figuras pintadas; parecen vivas, pero son incapaces de responder
formulación de una pregunta. La escritura no provoca remembranza sino medio
para recordar.”
Esta presencia del filósofo en su obra
no puede concluir sin la referencia a la discusión del tiempo, elemento de
gigantesca dimensión en su pensamiento. En un artículo de Historia de la
Eternidad, Borges apunta a esta discusión. En el primer ensayo de la obra
citada comenta el concepto de Platón, según el cual el tiempo es imagen móvil
de la eternidad. A través del filtro de diferentes escuelas filosóficas, el
poeta finaliza en que ninguna concepción de la eternidad es meramente un
agregado del pasado, presente y futuro sino “una cosa más sencilla y mágica: la
simultaneidad de esos tiempos”. Es una concepción no inventada por este
filósofo -porque los presocráticos ya se habían aproximado a ideas
similares-pero sí la amplió y resumió con lujo.
El esplendor de la eternidad es paralelo al del infinito matemático, que
también admite dos concepciones: a) la tradicional (agregado numérico de
infinitos términos) y b): el conjunto, denso. Elige este último, porque le
permite urdir juego lógicos-ingeniosos, al enfrentarla con la otra.
El otro artículo que hace referencia al tiempo circular en el cual comenta el
pasaje de El Timeo que habla del año perfecto, según una visión
astrológica, la historia repite el carácter cíclico del movimiento planetario y
al cabo de cada año platónico renacen y cumplen su destino los mismo
individuos. La idea del tiempo cíclico ya aparece desarrollado en los
presocráticos; muchas veces se volvió a ella, desde diversos ángulos y con
diferentes resultados. Borges recuerda el carácter astrológico del concepto
cíclico de Platón, al cual considera uno de los tres modos de concebir el
eterno retorno. Otro es el matemático; “siendo finita la materia, es finito
también el número de posibilidades de cambios de esa materia, agotado el cual,
vuelven a repetirse las anteriores”. El tercero concibe ciclos similares, no
idénticos y es el que más amplios márgenes de interpretación admite. En una
posición extrema, cada vida, breve o larga, triste o dichosa, contiene todo lo
que una vida puede contener y la historia de cada hombre es la historia de la
humanidad. Es una concepción cuantitativa; la existencia del hombre es una
cantidad constante, invariable, pues o bien entristece o irrita, aunque en los
tiempos que declinan es la promesa de que ningún oprobio, ninguna calamidad,
ningún dictador podrá empobrecernos. XXXXXXXXXXXXxxxxxxxxxxxxxxx
C) ARISTOTELES.
Este filósofo “funda la metáfora sobre las cosas, no sobre el lenguaje.”
También menciona Borges que fue el estagirita el primero en refutar la célebre
paradoja de Zenón de Elea, sobre la carrera de Aquiles y la tortuga y que lo
hace “con brevedad desdeñosa.” No obstante esta refutación le sirve para
elaborar el argumento de “El tercer hombre” en contra de la doctrina de Platón.
Dicha exposición y discusión le servirá de argumento reflexivo a fin de llegar
a Santo Tomás de Aquino y su original ocurrencia sobre el “regressus ad
infinitum,”afirmando la existencia de Dios mediante un medio absolutamente
lógico. Para Borges, Zenón de Elea es incontestable, salvo que confesemos la
idealidad del espacio y del tiempo. Aceptemos el idealismo, el crecimiento
concreto de lo percibido y eludiremos la pululación del abismo de la paradoja.
Notamos un Borges activo, participante de una discusión de siglos, desdoblado
en un comentarista actual y un pensador antiguo. Tal vez hasta podríamos
incluirlo en la categoría intemporal de los “presocráticos.”
En “Avatares de una tortuga”, el procedimiento es similar; expone el asunto de
la paradoja primero con sus palabras y luego con la cita de Aristóteles y la
refutación del Estagirita con el argumento. Borges concluye que Zenón de Elea
recurre a la infinita regresión contra el movimiento y el número y Aristóteles,
contra las formas universales. Nuestro autor se explaya sobre interpretaciones
y refutaciones de la aporía y razonamientos varios, que elabora desde ella.
Nombra entre varios a Agripa, Santo Tomás, Leibnitz, mientras Lewis Caroll
propone una paradoja en la que las distancias entre Aquiles y la tortuga crecen
en lugar de disminuir.
Borges finaliza con una paradojal expresión poética: ”( …) Nosotros (la
indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo, Le hemos
soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el
tiempo, pero hemos consentido en su arquitectura, tenues y eternos intersticios
de sin razón para saber qué es falso.”
Sabemos que éste filósofo fue estudiado con mucho cuidado por los árabes del
Medioevo.
En “La busca de Averroes”, el escritor argentino comenta la dificultad de los
comentaristas árabes para poder comprender los conceptos de “tragedia” y
“comedia” inexistentes como formas de teatro en Oriente y como género
oriental:” ( …) La víspera, dos palabras dudosas lo habían detenido en el
principio de La Poética. Esas palabras eran tragedia y comedia. ( …) nadie, en
el ámbito del Islam barruntaba lo que querían decir (…). Recordé a Averroes,
que encerrado en el ámbito del Islam, nunca pudo saber el significado de estas
voces ( …)
Con su lúcida maestría, el escritor nos lleva a una insospechada conclusión y
su original y particular intervención muda la fábula en un juego lógico: “( …)
Sentí (…) que mi narración era un símbolo del hombre que yo fui ( …) y que ( …)
yo tuve que ser aquel hombre y que, para ser aquel hombre, yo tuve que redactar
esa narración, y así hasta el infinito.( …)“
LOS PRESOCRATICOS
Sócrates divide de dos modos, estilo o principio el
pensamiento filosófico: a) el especulativo, casi científico, que se concreta en
una densa expresión poética y b): el práctico, que apunta a principios morales
y políticos, en una expresión más clara, aunque nunca exenta de poesía. En a)
encontramos a Tales de Mileto, a Anaximandro, Anaxímenes, Empédocles,
Anaxágoras, Zenón, Pitágoras, Parménides y Heráclito pensadores que vivieron
entre el último tercio del S VII a.C y el segundo tercio del S V a.C,
denominados los presocráticos y b) Sócrates, Platón y Aristóteles con sus
seguidores, en una instancia posterior. Los presocráticos, en el ámbito donde
lo infinito y lo eterno se mueven naturalmente, el hombre finito y mortal,
preguntando e intentando encuadrar sus respuesta en un coherente sistema del
conocimiento, a través de un lenguaje poético, a veces oscuro, apuntando al
mismo tiempo a lo racional y a lo intuitivo.
Los seguidores de Sócrates parten del hombre y su relación consigo mismo, con
los dioses y las instituciones, a fin de discutir el problema epistemológico,
imitando la investigación de la naturaleza. La delimitación de su problemática
es más precisa y sus objetivos son más inmediatos.
A) TALES DE MILETO:
De él rescata una idea fundamental: el agua, como principio de todas las cosas
.
B) EMPEDOCLES DE AGRIGENTO: Señala uno de sus principios: los cuatro elementos
de la naturaleza.
Empédocles de Agrigento nos explica que el uno se divide y se reconcilia y los
dioses serían la urdimbre de este drama universal. Para Borges, esa trama es la
eterna correlación e infinita ramificación de causalidades a través del tiempo
en la que se insertan la vida del hombre y los objetos que la circundan. El
tiempo, el círculo sin principio ni fin, el vértigo y la ilusión, la memoria
mesurada, el laberinto, la forma del tiempo y del conocimiento complejo y las
tareas, según el argumento, son elementos constantes que conforman la trama.
C) ZENON DE ELEA.
Las aporías de este filósofo a menudo están presentes en alusiones directas:
En la perpetua carrera de Aquiles y la tortuga, Borges incluye dos trabajos
sobre esta paradoja que denomina “joya”, indiferente a toda refutación hecha a
través de los siglos.
D) PITAGORAS DE SAMOS:
La filosofía de la relación numérica -con su concepción del tiempo circular y
de la trasmigración anímica- ejerce un poderoso atractivo, que interpreta como
la repetición de circunstancias el resultado de la finitud de posibilidades
combinatorias de elementos finitos -lugares, personas- en un medio infinito
-espacio, tiempo-; agotadas las combinaciones, todo vuelve a suceder
nuevamente, trasmigración y amnésis incluidas.
En la “noche cíclica” reúne todos los elementos pitagóricos ortodoxos y
borgianos en lugares, objetos, personas, espacio, tiempo. Tenemos la evocación
del ciclo completo, cuyo primer verso es igual al último, como anticipo de un
ciclo futuro.
En el futuro regreso del lejano pasado se producirán los mismos episodios
míticos e históricos y la mano que registra ese concepto volverá a nacer del
mismo vientre. Borges reitera la combinación del sistema matemático griego con
el conjuntista, logrando una no-definición que le da pie para evocar su propio
pasado.
La imagen de Buenos Aires, de la historia del autor y de los sitios por él
frecuentados y que le tocó vivir, conforman un microcosmos similar al del macrocosmo
griego y su historia universal, -la real y la soñada-. Entre uno y otro se
establecen relaciones intemporales y unívocas, como las operaciones con
conjuntos.
D) PARMENIDES DE ELEA:
Federico Nietzche destaca que estos trágicos pensadores fueron los primeros en
plantearse el problema del Ser; para ellos, la vida estuvo al servicio del
conocimiento y del pensar. Aquí nos ocuparemos de la existencia del Ser que
perturbó a los eleatas, convirtiéndolos en los verdaderos filósofos griegos.
Heidegger acepta, muchos siglos después, que los presocráticos no apartaron la
vista del Ser, buscando algunos las relaciones entre el Ser y el Devenir (como
bien veremos en Heráclito de Efeso) o entre el existir y la nada y en
establecer el concepto de verdad, como apertura o revelación, no como resultado
de un encadenamiento lógico. El mismo entusiasmo de los filósofos modernos por
los presocráticos, alcanzando extremos límites por instantes, se comprende
viendo los fenómenos de aceleración cultural, desde un siglo en adelante: el
acelerado progreso científico que escapa de los esquemas lógicos y del
conocimiento de la filosofía tradicional, en las figuras más lejanas -desde
Sócrates en adelante- el desborde estético que se manifestó en todos los
“ismos” que le siguieron: fue lo que nos distanció de todo intento estructural,
una estética de validez sólida.
Esa velocidad le devuelve al hombre la imagen de su verdadera dimensión, de su
infinita pequeñez frente al universo, de sus límites, sus carencias y
potencialidades. De poco le vale sus conocimientos y habilidades hoy, porque su
devenir lo excede. Se busca lo estable en un mundo en constante cambios; se
busca regresar al principio de la problemática central de los presocráticos en
la pregunta: ¿Qué es el Ser? ¿En qué se relaciona con el existir?
Como Parménides, los anteriormente citados, Tales de Mileto, Empédocles de
Agrigento, Pitágoras de Samos etc. citados por Borges en su obra, buscaron la
sustancia primordial de las cosas.
La actitud del escritor, frente al universo, la contemplación de su interior en
sus correlaciones con su entorno y con los demás, la creación de un sistema que
explique la compleja mecánica del yo- otro-; la inclusión de su obra está dentro de ese
sistema o de un distinto de igual coherencia.
En Parménides nos ocuparemos de la búsqueda del Ser; numerosos textos del autor
registran una afirmación cuyo núcleo es una forma personal del singular o
plural del verbo ser, que nace como resultado de una inmediata experiencia, en
medio de un flujo textual. En un mismo poema podemos hallar un croquis
autobiográfico, que defina a su Ser desde tres ángulos y esta definición
“mutátis mutandis” es aplicable a todo ser, al Ser:
Es curioso el pensamiento de Parménides sobre la metáfora de los dos caminos:
el de la verdad aclara cómo es el Ser y que es imposible que no sea y el que
sostiene que el Ser no existe y el no-ser es necesario. Existiría una tercera
posición diferente al ser y al no-ser, que se manifiesta varias veces en la
obra del escritor, en sus juego de imágenes y espejos, en las apariencias y
desdoblamientos. Es un camino que pertenece también a Parménides de Elea. XXXXXXXxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
F) HERACLITO DE EFESO.
Aparece un mayor número de veces, incluso le dedica dos poemas con su nombre.
Tiene seguras raíces en la visión trágica del mundo, inmersas en el tiempo
incesante, que imprime a los seres y objetos una cambiante condición en un
fatal sendero de destrucción final. Heráclito es para nuestro autor un hombre
barroco. Imposible olvidar la importancia que nuestro autor le otorga a la
inteligencia y a la razón, valores que se manifiestan en las actitudes
presocráticas. Pese a que a los hombres les es dado conocerse a sí mismos,
viven en la apariencia y se alimentan de ella. Borges se preocupa sobre la
esencia y la apariencia de los seres y objetos en innumerables referencias de
profundo sentido metafórico como los espejos “fatales e incesantes.” Heráclito
tiene una concepción cíclica del tiempo -en lo referente a la vuelta de los
astros-para formar una situación estelar idéntica al cabo de una determinada
cantidad de años. Sostiene que el hombre es un peregrino del tiempo y que el
sentido de su camino debe medirse en el constante movimiento del gran círculo
temporal, pues al cabo de cada año se provoca una catástrofe que luego será
apoteosis. Borges sigue más a Pitágoras en la concepción cíclica; en cambio,
hace suya la preocupación del filósofo nombrado sobre la mutación temporal que
resumió en su axioma: “ no nos bañamos dos veces en el mismo río; si varios se
bañan en el mismo río, no los mojan las mismas aguas;” otro de sus axiomas es;
“todas las cosas fluyen.” Encontramos en el corpus borgiano alusiones directas
que giran en torno del problema del tiempo.
La primera parte del poema A Heráclito presenta un juego simbolizante del paso
inexorable del tiempo. Se insertan a su vez varios conceptos fundamentales de
la ideología del filósofo: a) la naturaleza ama las oposiciones y trata de
sintetizarlas a fin de lograr la armonía, ya que todo nace de la lucha, b): la
identidad corre a través de la diferencia, estando ésta en el corazón de la
identidad, c) es lo mismo en nosotros la vida que la muerte, la vigilia que el
sueño, porque unos se transforman en los otros y d) no existe otro ser que el
devenir: somos y nos somos y todos los cambios se producen dentro del Ser.
El otro poema con el mismo nombre, “Heráclito” es una visión estetizante de la
figura del filósofo de Efeso, un artificio evasivo del escritor. Aparece “el
Oscuro” caminando por su ciudad, una tarde, hasta que alcanza las orillas de un
río, cuyo incesante movimiento le inspira sus célebres aforismo y lo conduce a
la identidad hombre-tiempo. Esa identidad nos lleva, simbolizado en la figura
de Heráclito hacia un ser cuyo único tiempo es el futuro y cuya existencia es
un sueño efímero, sostenido por la reiteración de los dos factores
condicionantes del conocimiento profundo de las cosas: purificación y olvido.
Esta concepción severa, unida a la geométrica desnudez enunciativa (cada verso
aquí es una oración unimembre) recuerda los breves aforismos de Heráclito. Se
insertan a su vez varios conceptos fundamentales de la ideología del filósofo.
Heráclito tiene una concepción cíclica del tiempo -en lo referente a la vuelta
de los astros- para formar una situación estelar idéntica al cabo de una
determinada cantidad de años. Sostiene que el hombre es un peregrino del tiempo
y que el sentido de su camino debe medirse en el constante
El otro poema con el mismo nombre, “Heráclito” es una visión estetizante de la
figura del filósofo de Efeso, un artificio evasivo borgiano. Aparece “el
Oscuro” caminando por su ciudad, una tarde, hasta que alcanza las orillas de un
río, cuyo incesante movimiento le inspira sus célebres aforismo y lo conduce a
la identidad hombre-tiempo. Esa identidad nos lleva, simbolizado en la figura
de Heráclito hacia un ser cuyo único tiempo es el futuro y cuya existencia es
un sueño efímero. El río- tiempo, su simétrico el tiempo- ser y su mutante: ser
o no ser posee una activa presencia a lo largo de toda la obra borgiana. He
aquí algunas citas en las que se alude directamente al ilustre filósofo: en
Olaus Magnus en su condición cambiante, el hombre pasa por un determinado
número de situaciones limitadas por su inherente finitud y el curso de su
tiempo no lo acerca hacia algunas que él desearía de un modo especial.
Consta de siete estrofas estructuradas simétricamente: la primera y la última
evoca la imagen del tiempo-río; la segunda y tercera desarrollan la idea de un
tiempo transformador a través de las oposiciones sueño-vigilia, día-noche,
vida-muerte y sus respectiva interrelaciones; la quinta y la sexta caracterizan
al arte como un espejo eterno, al margen de su encadenamiento temático, son
estrofas semánticamente independientes.
En su condición cambiante, el hombre pasa por un determinado número de
situaciones limitadas por su inherente finitud y el curso de su tiempo no lo
acerca hacia algunas que él desearía de un modo especial.
Existen otros pasajes donde Borges acude a la imagen del agua y a la sutil
materia temporal que conforma a la humana existencia, encerrando la mencionada
imagen en una sólida estrofa en que la rima está dada por la repetición de las
mismas palabras, hecha ya vista en otras ocasiones.
Existen otros pasajes donde Borges acude a la imagen del agua y a la sutil
materia temporal que conforma a la humana existencia, encerrando la mencionada
imagen en una sólida estrofa en que la rima está dada por la repetición de las
mismas palabras, hecha ya vista en otras ocasiones.
En los dos últimos poemas citados encontramos nuevos ejes: río-laberinto, y
materia-tiempo. Y en este último “Soneto del vino” ), la imagen tiempo-río
actúa como segundo término comparativo de la marcha del vino a través del
tiempo histórico.
CONCLUSIÓN
Los juegos con el tiempo y con el infinito se manifiestan con severidad
metodológica y con armoniosa belleza en numerosos trabajos de Borges. Tiempo e
infinito son también dos picos fundamentales en los pensadores presocráticos y
se desarrollan en un análisis paralelamente aritmético y geométrico. Las posibilidades
combinatorias, la representación numérica y gráfica del infinito y la
aproximación de los sistemas matemáticos y coherentes son los caminos más
arduamente frecuentados a fin de acercarse al universo, que Borges intenta
explicar racionalmente. Cada verso de un poema es una reminiscencia de otros y
podría ser un motivo de nuevo análisis, únicamente posible, cuando un criterio
severo y racional se pone al servicio de su caudalosa vena poética. En “LA ROSA
PROFUNDA, LA MONEDA DE HIERRO, HISTORIA DE LA NOCHE y por sobre todo en LA
CIFRA, nuestro autor nos muestra la síntesis concisa -lejos del barroquismo de
su juventud, arte que adquiere en sus últimas creaciones poéticas. La
convergencia geométrica en toda su plenitud la encontramos en el último libro mencionado.
He intentado aproximarme en el tema Grecia y Borges. Las palabras del escritor
valen como piezas de un engranaje filosófico, plagado de honduras.
El sentido abarcador de su poesía trasciende lo terrenal para extraviarse en lo
puramente cósmico. Cualquiera de sus páginas en su vastísima obra podría
ofrecernos un nuevo punto de partida que justificara la aplicación del epíteto presocrático.
Lo intenso del universo helénico y la actitud profunda de Borges lo confirman.
Quedan siempre las puertas abiertas sin candados para el estudio de otra
compleja línea de pensamiento. Toda la labor literaria o filosófica, elaborada
con dedicación, no hará sino destacar la condición que atribuyo solamente al
poeta.
Bibliografía: Borges, Jorge Luis.
Nombro únicamente sus libros pues las citas me ocuparían 4 páginas. EL OTRO, EL
MISMO, LA CIFRA, HISTORIA DE LA NOCHE, FERVOR DE BUENOS AIRES, OTRAS
INQUISICIONES, LA ROSA PROFUNDA, HISTORIA DE LA ETERNIDAD, DISCUSION, EL ALEPH,
EL ORO DE LOS TIGRES, LA MONEDA DE HIERRO, EL HACEDOR, FERVOR DE BS.AS, ELOGIO
DE LA SOMBRA. OBRA. COMPLETA EN UN TOMO,
LOMO VERDE
La nota (30) es de Bruen, Jean. LES PRESOCRATIQUES.
Bibliografía General:
Ortega y Gasset; ¿Qué es la filosofía?
G. Simmel: “Problemas fundamentales de la filosofía.
K.Jaspers: La filosofía, Breviarios. F.C.E: año 1975
R. Mondolfo: El pensamiento antiguo
J. P Vernant. Los orígenes del pensamiento griego. Bs. As. Eudeba. Cap.2-8
C.M. Bowra: La Atenas de Pericles. Madrid, edit. Alianza. Año 1974, capítulo 4,
6, 7,9.
Ferré: Heráclito.
Weber A. Historia de la cultura: “culturas mediterráneas antiguas -época
clásica, páginas 103-107. México. Buenos Aires, Eudeba. 1973