El pintor de la corte xxx
Velázquez 1599 -1623. En 1621 muere el rey; sube su hijo Felipe IV
Nace en Sevilla
en una familia portuguesa de nobles empobrecidos.
A los trece años
su padre lo lleva a un taller. Posee dotes que se
desarrollan con un mínimo esfuerzo. En su primera etapa trabajó hasta los
veinte años.
Viaja a Italia:
Génova, Milán, Venecia, Bolonia, Roma y Nápoles. En España
conoce a Ribera y convive ocho meses con Rubens, que fue enviado
en una misión diplomática.
A los
veintitrés años Velázquez pinta un retrato del rey Felipe III, que
lo nombra pintor de la Corte. Lo pintó treinta y cuatro veces en su
juventud, adolescencia, madurez y ancianidad, del lado derecho, con el
objeto de obtener su mejor ángulo. Lo pinta siempre de perfil pues la
frente del lado izquierdo era abultada y descomponía el
rostro
inexpresivo; un
rey superficial, no comprometido, que dejó el reino en manos del duque de
Olivares. Vestido de negro como su abuelo, su padre y sus dos hermanos,
se interesa por la postura o un traje; en uno de los cuadros está vestido de
militar.
En la corte es
tratado como un amigo personal del rey. Su modelo predilecto fue el
príncipe Baltasar, que tenía tres a cuatro años cuando muere prematuramente. Lo
pinta en su jaca donde en el fondo
aparece una sierra. Sólo tres figuras eran estéticamente bellas en
la familia real. El infante don Carlos, que murió de muerte prematura; el
cardenal-infante, alejado de España, y el príncipe Baltasar al cual elige con
placer moldear en un lienzo una y otra vez.
Las
Meninas (significa señorita noble o burguesa). La reina Mariana
de Austria y la
princesa Margarita están pintadas con trajes luminosos; la princesa tiene
en la mano un pañuelo de finísimo encaje. Dos enanos fueron modelos del pintor;
es su cuadro más famoso -no el mejor-; en un alarde de su técnica: dos
enanos junto a una niña adorable engendran más rechazo que placer.
Las meninas están representadas en un
taller del palacio; a él llegan el rey y la reina, pero se los ve
reflejados en un espejo. La princesa Margarita es atendida por los criados. Dos
monstruos, una criada y un enano entretienen a la niña. Una señora vigila el
grupo infantil; un empleado abre la puerta por donde entra el sol y
la luz que invade la escena. El artista está pintando un cuadro que
no se ve. Son varias escenas a la vez en planos discontinuos. Dos protagonistas
son las jóvenes que sirven a la primera; los enanos se encuentran
cerca a la pareja. La infanta Margarita con un traje blanco y oro,
sus cabellos rubios y su tez muy blanca está pintada
llena de luz. Existe un dejo impresionista en la figura de la infanta y en
otros personajes, sugeridos por pigmentos sueltos, que otorgan una atmósfera
lumínica, abandonando lo tenebroso del pintor.
El cuadro no
tiene unidad; no es un mismo espacio real, donde están representadas las
figuras. El ambiente viene de las figuras, no del entorno ni del espacio. El
naturalismo consiste en no perfeccionar los objetos; es un modo de pintar
impreciso, que se inicia con Caravaggio; el espacio no tiene
profundidad como en Tintoretto o Rubens. Velázquez emplea tres
planos siendo el primero y el último luminosos. Entre ambos intercala un plano
oscuro con personajes sombríos. En las lanzas de La Rendición de Breda existe
un telón intermedio de personajes oscuros, sin color. En Las
hilanderas, la criada que recoge ovillos o copos es una figura
sombría. Siendo un hombre de poca fantasía, pintaba lo que veía. Las
Lanzas en la Rendición, las Meninas y las Hilanderas son creaciones de su
genio. Era de carácter melancólico, no creía en las virtudes de la
belleza; le interesaba la simple existencia.
Pinta un
estupendo retrato de Góngora. Felipe III lo nombra pintor de cámara. Pasó
a ser servidor de rey y presentador mayor, cargos muy importantes. Lleva
una existencia monótona, sin problemas económicos. Vive una vida ordenada
y cómoda en la corte. No acepta encargos ni los necesita.
Conoce dos
pintores: Zurbarán y Ribera.
En el cuadro del
duque de Olivares, casi un monstruo, el pintor debió titubear en pintar
sus defectos con esa nariz peculiar; fue un difícil modelo. El
retrato es una obra maestra del barroco con todos los atributos de ese
período: el volumen del cabello, el cuerpo pesado, la exuberancia
del traje, el enorme sombrero, la línea en diagonal y oblicua en la figura le
otorga el dinamismo barroco. Inventa el modo de pintarlo de ¾ para disminuir la
fealdad de su rostro.
Felipe III
lo amparaba; nadie osaba criticarlo. Sentía simpatía y
admiración por el rey; vive ajeno a las intrigas, afirmando que sólo sabe
pintar retratos.
En su segundo
viaje a Italia pinta al papa Inocencio X y algunos cardenales. El
Pontífice le hace llegar una cadena que él rechaza, aduciendo que pinta para su
rey.
Tiene permiso para
contemplar las colecciones de cuadros reales en los palacios.
En La Rendición
de Breda, el general victorioso recibe la llave de la ciudad que le entrega
Justin de Nassau. Dos figuras a la izquierda, de cuerpo entero-; en
el fondo, la luminosidad extrema; a la derecha, veintiocho lanzas hacia arriba,
todas verticales, salvo cuatro, en línea perpendicular, donde la quietud se
moviliza con una genial técnica. Ellas sostienen el Imperio de España, que
costaba más de lo que España podía gastar.
Las Hilanderas
es un tema mitológico. Dos mujeres en un ambiente festivo no tejen:
hilan. Son dos, no son las tres Parcas que anticipan la muerte.
En la
adolescencia pintó bodegones y la clase social humilde. Rafael pintaba la
belleza idealizada, Rubens el dinamismo, y el Greco el manierismo
exagerado.
Con Caravaggio
nace el naturalismo; conserva la esencia de la pintura barroca -el claroscuro-
para señalar el volumen corporal; su iluminación eligió
combinaciones de luz artificial. Es la misma luz de los bodegones de Velázquez;
desde ese instante el dramatismo del claroscuro disminuye en sus
cuadros más célebres. Son documentos de una exactitud extrema, de un verismo
completo. Elimina el volumen en la imagen; pinta objetos cotidianos y de esa
realidad toma algunos elementos, lo estrictamente necesario.
El arte italiano
deforma los objetos y las figuras para otorgarles belleza. El movimiento en
sigma otorga belleza estilística. El Greco llega a lo etéreo,
alargando los cuerpos como si fueran puro espíritu. El español se ausenta del
cuadro; es su técnica, su estilo.
Velázquez pintaba el ambiente -con
una técnica que atenúa el naturalismo- y en las Hilanderas evita el
retrato. La anciana tiene rasgos genéricos y evita presentarnos el rostro de la
joven hilandera.
Quedan cuatro
cuadros religiosos: el Cristo Crucificado, a pedido del rey. La
Coronación de la Virgen y otros dos.
Un rasgo
peculiar es que sus figuras pintadas estuvieran cómodas. La figura de Cristo en
la cruz está en reposo; no muestra la tragedia del momento. Tiene los pies
juntos apoyados en una madera. Reduce el dolor y lo convierte en
seriedad. Para evitar el gesto d sufrimiento cubre con sus cabellos oscuros la
mayor parte de su rostro. No se nota el rictus en la figura; es un rostro serio
y refinado, casi sublime. Evita que los personajes expresen emociones, ni
siquiera en el Cristo Crucificado. En La Coronación de la Virgen retorna al
modelo claroscuro y a la época reflexiva de sus treinta años.
Pinta su último
cuadro religioso Cristo de visita en casa de Marta y María; una
cocina en donde una anciana y una moza se afanan en la preparación
de la comida. No están ni Cristo ni Marta ni María, pero en el muro
cuelga un cuadro y allí si están las figuras de Cristo y las Santas como
una presencia irreal. Lo resuelve oblicuamente.
Pintó cuadros
mitológicos: los borrachos en alusión a Baco, La fragua de Vulcano,
Mercurio y Argos, El gladiador moribundo, Martes y
alguno temas paganos, figuras semi mitológicas como las Hilanderas,
con un dejo de pintura holandesa y algún rasgo de la pintura
italiana. No acompaña el mito: Baco es una escena de borrachos. Vulcano
es una fragua y Las Hilanderas es un taller de tapicería y en Esopo y M… dos
harapientos, mendigos desprecian las vanidades del mundo.
No
representa paisajes. La pintura se libera de la escultura. No acepta
tampoco la tradición artística y se las ingenia para demostrarlo. Es un arte
diferente al tradicional; rompe las trabas con un cuadro
anti- convencional: nada de vacíos ornamentos:. Vive su arte
en contra de los valores de su época.
A Rubens
lo sorprendió la rudeza de los artistas españoles. La mayor parte de las pinturas
venían del extranjeros. Pero en una sola década de ese siglo nacen Ribera,
Zurbarán y el Greco.
El interés por
la pintura en España era escaso hasta la mitad del S. XVI
y XVII; conocen el arte por las colecciones privadas o
por sus viajes a Italia.
Sevilla es la
capital del imperio colonial y la más rica de la península; están atentos a las
novedades de Italia, bajo el influjo pictórico de Caravaggio. Todos los
artistas superiores imitaron su influjo,
incluso los flamencos y franceses. En Italia predomina la
forma, deformando lo real en pro de un ideal.
Los cuadros
religiosos los creo Velázquez en plena madurez, con el claroscuro que se
encuentra en los rostros. En San Antonio y San Pablo ejerce el máximo de su
maestría.
En 1629,
en su segundo viaje a Italia, pinta el retrato de un criado moro. Pinta el retrato del Papa Inocencio X, el de
su cuñada y algunos cardenales. Los retratos no eran un tema de gran éxito
hasta fin del siglo XVIII, salvo en Inglaterra, donde se pusieron de
moda. A fin de ese siglo hubo entre los ingleses un
estallido de retratos y paisajes.
Pintó
pocos retratos femeninos con sus colores preferidos: los pardos,
negros, olivas, blancos, azules y marfil.
La soltura del
pincel en este posterior período es excelente. Queda poco de
la huella de Caravaggio ni de la etapa de Sevilla. Descubre su
técnica. En el cuadro de La Adoración de los reyes en 1619,
está sometido a la pintura de Caravaggio. El rostro de la
Virgen tiene encanto, pero el cuerpo de las
figuras tiene cierta pesadez.
En el Barroco, las figuras quietas están en movimiento eterno. En Velázquez impera
el sosiego, el instante detenido.
Sus
cuadros tienen algo de la fotografía. Pinta las figuras sin mover la
pupila. Esto lo lleva a una unidad espacial y a veces a una unidad temporal. Es
la eximia diferencia con los otros artistas barrocos, que pintan diferentes
instantes, diferentes puntos de vista como huyendo de lo temporal.
Velázquez se detiene en el instante, expresa lo que el lenguaje no podía
decir.
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